Compasión (y simpatía)

Si hay algo que nos hace humanos a parte de la empatía, es la simpatía y la compasión.

Y si bien, la primera es clave a la hora de forjar vínculos, las otras son primordiales para interactuar con el resto.

Sobre todo, teniendo en cuenta que cada persona lo está haciendo lo mejor que puede.

Por eso, para partir el año con un poco más de tacto, traigo una diferenciación fundamental.

SIMPATÍA VS COMPASIÓN

La simpatía es sentirse mal por alguien y desear que no se sienta tan mal.

Es noble en apariencia (“la gente debería sufrir menos”), pero a menudo puede acabar siendo sutilmente interesada (“la gente debería sufrir menos porque ya no quiero sentirme mal por ellos”).

La compasión es similar a la simpatía, pero diferente en un aspecto importante: en lugar de querer que el sufrimiento de la persona
desaparezca, la compasión implica a alguien que está dispuesto a sufrir junto
a esa persona para que pueda superar sus desafíos.

La simpatía consiste en enviar flores y una tarjeta a un amigo cuando fallece uno de sus padres. Compasión es ir a su casa y abrazarle
mientras llora.

Simpatía es dejar que un niño que grita tenga el juguete que quiere para que deje de gritar. 

Compasión es aceptar y calmar su llanto porque sabes que estarán mejor cuando entiendan que no siempre pueden conseguir lo que quieren.

Simpatía, y a veces postureo, es cambiar tu foto de perfil en las redes sociales por la nueva causa del momento. Compasión es dedicar tus recursos a las víctimas, escuchar sus historias, apoyarles en su lucha.

La simpatía es algo bueno. La necesitamos en el mundo. Pero también es fácil, cortoplacista y miope: se centra en el sentimiento que florece cuando alguien no está bien, más que en la persona.

La compasión se centra en la persona. “No sólo espero que se sientan mejor, espero que mejoren”. Por lo tanto, es más compleja y requiere más esfuerzo, tanto mental como emocional.

Creo que como cultura estamos sobre-optimizados para la simpatía y sub-optimizados para la compasión.

Probablemente sea en gran parte culpa de la tecnología ya que la simpatía en un mundo egocéntrico es más fácil y cómoda de comunicar a un click – y además, que se vea.

Por eso, igual fuera de la pantalla sería necesario que intentemos ser compasivos más que simpáticos cuando a nuestro alrededor las cosas no estén bien. Estemos más presentes para los nuestros y no tan nuestros.

El mundo así sería más bonito un cacho, ¿lo imaginas?

¡Nos leemos!

*Este post parte de una idea central de Mark Manson.